jueves, 12 de junio de 2008

LA HERIDA...


El “lastre” del ser humano

se instala en el pecho.

En tu pecho.


Y la respiración se vuelve pesada, casi dolorosa.

La sensación se transmite poco a poco al estómago y a los ojos.

Se convierte en una necesidad acuciante.


Las lágrimas se amontonan

pero ¡no hay motivos para llorar!

Algo raro pasa.

Sientes...

entre cosquilleo, pesadez, escalofrío...



La película de la vida pasa por la cabeza.

Pero ¡si no hay motivos para llorar...!, ¿Por qué entonces?

Pensar en otra cosa no sirve de nada ¡todo es negativo!

La “noche oscura”.

El túnel del alma.

La garrapata que se agarra a un pobre hilo.



Una mosca pesada ronda cerca de los cristales.

Le abres la ventana.

Va a volar hacia la libertad...

sientes envidia.

Su libertad te oprime aún más el pecho.




Y sientes la nostalgia de tu infancia.

Tu lengua materna fluye en tu interior.

Olores de aceite y brasero por tus venas.

Sueños de una felicidad imposible.


Volver al seno materno tan calentito, tan calentito.

Tan confortable y seguro...


Máxima aspiración del ser humano herido

por la punta acerada del ángel que cortó ese cordón

que determinó el paso inexorable de la vida.


Foto: Jesús