miércoles, 10 de septiembre de 2008

Paráfrasis de Mt 5,48




Sed imperfectos, siéndolo seréis más y más humanos.

Imperfectos, como mi padre celestial lo es.

Por eso es celestial,

por eso es mi padre.


El Dios imperfecto, todo-impotente, frágil, humilde, pobre...

Ese es mi Dios, ese es mi padre. A ése quiero parecerme.


Al que hace de la tolerancia su divisa, su único mandamiento.

El mismo que se calla cuando le exigen respuesta, y que habla cuando lo mandan callar.

Y el que sueña despierto con un mundo mejor, siempre imperfecto, pero mejor.

Es ese mismo, el que se va de juerga, frecuenta gentes imperfectas (¡y tanto!) y se lo pasa bomba porque forma parte de ellos. ¡Es uno más de ellos!


Mi Dios es ése que acepta su imperfección y hace de ella un arte.

En la historia del hombre, las más grandes hazañas han sido realizadas por hombres y mujeres imperfectos que sabían que lo eran.

La consciencia de mis límites me abre a la posibilidad de superarme.

Mi herida de hombre me abre a cosas maravillosas, a una libertad cada vez más y más plena. Lejos de hundirme en la desesperación, esa herida de hombre me eleva, me hace “posible”.


Soy único, como mi Dios.

Ya no existe ni dicotomía ni maniqueismo... Todo es UNO. Yo soy UNO.

Porque ya no lucho contra mi propio ser, porque acepto mi imperfección.


Mi abismo, mi vértigo interior, mi náusea ante la existencia

se identifican con el infinito, la paz, la felicidad del que se sabe único.


¡¡¡UNICO!!!


En mí, ya no existe ni el bien ni el mal, los he superado.

Porque la perfección no existe, porque mi Dios es imperfecto.

Porque...

yo soy como Dios.







Fotos by Jesús
(la Bretaña)