martes, 11 de marzo de 2008

« Cuidándote »

Esta canción me ha emocionado siempre.

Y siempre son las mismas imágenes las que se agolpan en mi mente.

Imágenes reales, soñadas, mezcla de todo...

pero sentidas.

Vividas.


Escuchar esta canción me “revuelve” los sentimientos

y hace que cuestiones que no te quieres plantear te vengan a la mente...




Porque se trata de ir despidiéndose de la madre.

Se trata de ir reviviendo el amor recibido

o imaginado

o proyectado

viendo ese cuerpo cada vez más débil,

más frágil,

más vidrio que se quiebra...




Te resistes a dejar volar,

te resistes a la idea de que se va acercando la hora de dejar ir...


Y te sientes cada vez más como el niño pequeño que has sido, que eres...

Y vuelves a acercarte a sus faldas pidiendo protección

vuelves a querer sentir su presencia reconfortante en la oscuridad de la noche...




Cuando ves ese cuerpo descarnado,

esos huesos deformados que le causan tanto dolor,

ves también esos brazos de mujer joven que tanto ha trabajado,

la incansable, la generosa, la sufridora...


Y esos ojos casi ciegos que mantienen aún la luz viva del cariño

¡cuánto han podido llorar!

Y tú recuerdas que cada lágrima

era

para tí

sentida.



No puedes dejar volar.

Te resistes a dejar partir.

¡No antes de tiempo!

¡Nunca será tiempo!



Y sin embargo,

desde la distancia

cada adios se siente como definitivo,

cada despedida es

un poco

desgarradora.




Pero uno es un hombre, ya maduro.

Uno no debería de sentir crujir su corazón

ante la eventualidad más que certera

de la hora de dejarla volar.




Lógicas ilógicas.


Sentimientos ancestrales en el hombre.

El hombre, por momentos, que vuelve a ser el niño que llora

cuando siente que ese cuerpo que le ha llevado,

que le ha protegido, reconfortado...




Aunque sea en el orden natural de las cosas,

los sentimientos se te imponen

y te resistes a ... dejar volar.

viernes, 7 de marzo de 2008

Sobre preguntas, herencias y huellas


Dejar huella de mi paso por este mundo…

Interrogarme sobre la herencia que “los que me preceden” dejan en mí...

La pregunta eterna sobre el sentido de la vida o sobre su sin-sentido...


Muchas frases inacabadas,

muchas preguntas sin respuesta.


Todo es movimiento o

todo es relativo...

excepto las preguntas.


Desde el inicio, parece ser que no hemos avanzado mucho en cuanto a las cuestiones fundamentales del ser humano.

Yo, ahora, a mis años, me pregunto sobre la huella que dejaré en este mundo

y sobre la herencia “inconsciente” que he recibido de generación en generación.


Es posible que las huellas que el hombre pueda dejar en este mundo

sólo sean de dos clases:

la genética, corporal, física, sanguínea

y

la espiritual, inmaterial, sentimental, afectiva.



La herencia que yo dejaré,

la “riqueza” que estoy atesorando para las futuras generaciones,

para mi descendencia.


Será como una huella de perfume en el aire.

Algo agradable, precioso, único,

pero que se desvanecerá en la memoria de los que me conocieron.

Desaparecerá.


Mi linaje,

como el tuyo,

se perderá en la noche de los tiempos

se fundirá en la esencia de la humanidad

en el foso sin fondo al que van los linajes perdidos,

las herencias sin herederos,

las preguntas sin respuestas,

las vidas inacabadas

(todas lo son).


Mis huellas,

como las tuyas,

formarán parte de ese patrimonio de todos,

de ese substrato sobre el que se basa la humanidad:

ese humus invisible

esa energía imperceptible pero fundamental

sobre la que el Hombre se construye,

se eleva, se cree Dios, se hace Dios,

es Dios

porque creador de dioses.


La herencia que dejamos,

es quizás el Amor, el verdadero, el puro...

tanto, tan puro

que es imposible de poseer.


Y formaremos parte de eso que puedo llamar, que ES

el lado divino del hombre.


Porque nada,

NADA,

se pierde.

Todo se transforma y

todo vuelve a su origen.