martes, 24 de septiembre de 2013

Ando cabizbajo... tú me señalas el cielo

Ando cabizbajo, tú me señalas el cielo...
No sabes el vacío que dejas,
no puedes imaginar la amargura de mi llanto.

Soy tu niño pequeño
que lloraba desesperado
y al que desde tu cama a mi cuna
calmabas mi pena
cantando.

Hoy, madre,
vuelvo a ser ese niño,
al que llevabas de la mano
a cantarle al resucitado.
Y que hacía sonreir a todos,
porque cantaba tan fuerte
sin miedo y sin reparo.

Y ése del que te sentías tan orgullosa
porque le habías contagiado
esa fé
que tan lejos me ha llevado.

Hoy, madre,
vuelvo a ser ese joven
que escuchaba tus miedos,
tus alegrías, tus fracasos.
Y el depositario de esas lágrimas
que tantas has derramado.

Y al que contabas tu deseo
de encontrarte cara a cara
con el que te ha creado
con las manos limpias...
tan limpias como te las has llevado.

Hoy veo tus lágrimas
tristes y gozosas
cuando me fuí a Africa.
Pero sabes,
través de mis ojos y mis manos
estabas realizando
eso que a tí tanto te hubiera gustado.

Hoy, madre, soy ese hombre
que tú ni habías imaginado.
Pero que lleva muy alto
en el corazón y la cabeza
todo, TODO
lo que tú me has enseñado.







domingo, 22 de septiembre de 2013

Adios

Ella me díó la fuerza para leer estas palabras...


Queridos familiares y amigos. Hoy decimos adios a mi madre. Yo no puedo deciros como el ángel en la noche del sábado santo "no estéis tristes". No puedo evitar el estarlo. 
Pero sé, estoy seguro de que en el Cielo hoy es un día de gran alegría. Alegría porque Dios, ese Dios humilde y misericordioso, cuenta hoy con un ángel más. Estoy seguro de que mi madre ya está con El, con su amado Dios al que tanto ha rezado y adorado toda su vida.
Estoy seguro de que ya está cantándole esas canciones que en sus últimos años no paraba de cantar.

Mi madre ha pasado mucho tiempo en esta Iglesia. Su misa, sus reuniones, en el grupo de limpieza...
Me acuerdo cuando regresaba de una misa diciéndome "¡qué misa más bonita! ¡cuánto hemos cantado!".

Hoy me dirijo a vosotros para deciros que me parece que el mejor homenaje que podemos hacerle es el vivir esta ceremonia con recojimiento, con sentimiento. Y cantando.
Cantemos desde nuestra tristeza esa alegría que ella tiene de estar ya con Dios.

Y también con su madre, la Virgen de la Fuensanta a la que tanto ha rezado. Que ella nos consuele y nos dé esa certeza de que está ya con ellos.

Termino diciéndole la frase que tanto le gustaba y que siempre le hacía sonreir. Con mi último "¡viva la Virgen de la Fuensanta! te decimos adios. 
Cuida de nosotros, sobre todo de Pedro.

Rezemos, cantemos porque sabemos que estás ya gozando de la alegría eterna.