lunes, 2 de febrero de 2009

SIN RESPUESTAS

Son las doce menos cuarto de la noche. Regreso del trabajo. Retomo mi vida privada unos minutos al teléfono, consulto los mails y pienso que me voy a ir a la cama rápidamente.
Sin embargo, hoy no tengo sueño. Me entran ganas de escribir un poco. Escribir sobre mi trabajo, algo que en general no hago aquí.


Tengo la garganta en "fuego vivo". He pasado gran parte de la tarde-noche gritándo a mis monstruos, sobre todo a uno.
Recuerdo lo que pensaba cuando iba al trabajo, en el coche. Me preguntaba si llego a "querer" a los niños con los que trabajo. Les llamo mis "monstruos" de forma cariñosa (quizás para marcar una cierta distancia indispensable). ¿Los quiero?

La verdad es que, en muchos momentos, me las hacen pasar muy mal.
No son niños "normales". Tampoco son disminuidos psíquicos. Incluso, algunos son demasiado inteligentes, más de lo que debieran porque, esa inteligencia, creo yo, les hace sufrir.
A los 14 años algunos no saben ni leer ni escribir. Han "decidido" que los aprendizajes no merecen la pena. Tienen unas dos o tres horas de clase. Otros, como Alex, el que ha acabado con mi voz y mi paciencia esta noche, consiguen ir al colegio. Creo que Alex tiene una inteligencia superior a la media. Sabe muchas cosas. Pero no sabe, no puede saber lo fundamental...


Intentar cenar con ellos (el lunes tenemos 6 para dos adultos) es ya toda una proeza. Raro es el día en que no tengo que "sacar" a alguno de la mesa y llevarlo a su habitación porque es imposible mantenerlo con los otros. Los otros...

Su violencia, el "exceso" de agitación, algo que no controlan... su "locura" les desborda.
Y vienen los gritos y el enfrentamiento con el adulto que "osa" interponerse entre su "omnipotencia" y la realidad. Otras veces es entre ellos. La "autoregulación" de diferentes insoportables.

Muchas veces soy invisible para ellos, cuando me insultan sé que no es a mí... pero al mismo tiempo tengo que hacer algo.

Sin querer substituir a los padres (impotentes ante los trastornos que presentan sus hijos) tengo que ponerle "límite" a esa agitación, esa omnipotencia, esa violencia.

¿Los quiero?

Soy un profesional, intento protejerme con un poco de distancia. De hecho, ésta es fundamental si quieres trabajar con ellos.
Paso de la indiferencia fingida a la cólera del que se siente insultado, violentado.

Soy un hombre, a secas.

Mi trabajo consiste en enseñarles a tomar consciencia del "otro", de los otros, de la sociedad.
Es como luchar por un imposible porque ellos son como un vaso que se desborda, por todas partes. No tienen límites.
Hay momentos en los que solicitan al "padre" cariñoso que puedo llegar a ser, otras veces buscan al protector, otras necesitan que sea autoritario para protegerles... de ellos mismos, de su locura.

Siempre intento acoger, aceptar ... la locura.

La locura de los inocentes porque ellos no tienen la culpa de ser lo que son, de tener los padres que tienen, de estar en el límite entre normalidad y marginalidad.

Creo que es lo que me gusta en este trabajo: nunca sabes lo que van a buscar en tí y desgraciado de tí si te dignas a buscar algo en ellos.
Eres un instrumento en sus vidas, una "cosa" con la que jugar, a la que oponerse, con la que reir también.
Y yo acepto. Mi trabajo es ser instrumento para ayudar, en la medida de lo posible, a que un día sean hombres en una sociedad que no soporta la diferencia.

Me imagino que dentro de unos años habrán desarrollado esa capacidad de adaptación, esa mentira salvadora, que les hará poder vivir en nuestra sociedad engañándonos a todos. Porque seguirán locos, sí, locos. Pero, espero, de todo corazón por ellos, que sepan engañarnos a los que nos creemos "normales".

¿Los quiero?
No hay respuesta. Soy un profesional. No hay respuesta.

Foto: yo, experimentando con la cámara (Bretaña 2008)

3 comentarios:

Tormenta. dijo...

Dificil tiene que ser ..imagino, y pero y la recompensa personal de poder de estar haciendo tu trabajo de entregarse..
aisssssssss...
Esa no tiene precio!
Besos;)

Extensus dijo...

Hay preguntas que más vale no plantearlas. Simplemente hay que hacer, trabajar, ayudar y seguir adelante.

Clara dijo...

Una labor difícil (imagino que también agotadora) pero gratificante a la misma vez.

Pensarás a menudo que trabajas en valde pero debes de estar seguro que habrá merecido la pena.

Aunque tengas tus dudas, estoy convencida de que los quieres y de que ellos a tí también aunque las apariencias engañen.

Gracias por compartir tu experiencia.

Un besito,
Clara

PS. Tengo una curiosidad, cómo es que trabajas en Francia? Espero que te animes a contarlo...